Un mero capricho sexual | Priv. Sheila Astur Aenibeli {Flashback}

─ ¿Su majestad? ─ la voz de uno de los siervos de aquél muchacho de cabellos negros parecía indicar una interrogante que en muchas ocasiones se encontraba presente. Tal vez ésta era considerada una falta de respeto por las mujeres que rodeaban al joven de ojos rojos, aquellas mismas vampirezas que se encontraban semi inclinadas hacia delante en forma de cordialidad. Dos pasos fueron los que dio el aludido hasta pararse delante de una muchacha de cabellos rubios, un delicado tenue que simplemente llamaba mucho la atención, una que aquél joven parecía realmente no brindar a muchas mujeres sino que tendía a tomar el cuerpo de éstas por algo más que su mera satisfacción & placer personal. Emitió un delicado suspiro volviendo su mirada en dirección a aquél individuo, posando aquellas perlas cuales vino de forma directa & fría sobre su presencia ─ Las asquerosas perras que me has traído no son más que eso putas que solo buscan satisfacción con el cuerpo de cualquier idiota... ─ llevó lentamente su mano hasta la zona de su frente, apoyando sobre ésta la mencionada. Luego de ésto, algunos segundos más tarde, en los que mantuvo silencio, 'acomodó' sus cabellos hacia atrás como si estuviera intentando peinarlos aunque realmente sin conseguirlo porque, a fin de cuentas, momentos más tarde regresarían a su posición inicial ─ ... Un ser de tan alta jerarquía como yo no puede poner sus manos en una mujer de pueblo como las aberraciones que me has estado trayendo últimamente, Vladimir ─ inquirió con aquél típico tono de molestia que comúnmente parecía emplear con el susodicho, uno de sus más allegados sirvientes. Sin duda el hecho de recordar al tipo de mujeres que aquél hombre parecía llevar a su pieza solo le daba repugnancia, teniendo que obviamente rechazarlas porque, a fin de cuentas, era un rey & tenía toda la autoridad para hacer semejante acción ─ Pero usted ha matado a cada una de las que le he llevado en las noches anteriores, mi señ-... ─ el silencio se hizo en ese mismo instante. La mirada de quien parecía llevar la autoridad en aquél castillo se volvió directamente sobre aquél que estaba hablando en aquellos mismos instantes. Los ojos de molestia & reprimenda se mostraban completamente enrojecidos, como si sus palabras fueran algo más que un comentario, cuales ofensa se trataron por lo que rápidamente decidió realizar una pequeña reverencia en dirección a su 'superior' ─ Lo comprendo, su majestad. Lamento haberme atrevido a llevarle tal tipo de mugre a su dormitorio, mi señor, le prometo que no volverá a suceder ─ & no, no volvería a suceder, porque en esos mismos instantes él mismo se encargaría de solucionar aquello. Fueron simples palabras las que fue capaz de mencionar antes de desaparecer de la vista en una nube absolutamente oscura, un simple ─ Prepara el carruaje, Vladimir, salimos en una hora ─



─ ¿A dónde nos dirigimos, mi señor? ─ el carruaje era elegante, completamente hecho en madera de la mejor calidad que se pudiera encontrar sobre aquél lugar. En la parte delantera, un individuo vestido de manera elegante, completamente negra, era quien se encargaba de llevar las riendas de dos corceles enormes, con ojos que eran emanantes de una especie de flamarada negra. Sus cascos, al igual que sus orbes, emanaban una especie de llamarada ennegrecida que parecía marcar el camino recorrido o, al menos, algunos metros de éste porque lentamente desaparecían en plena atmósfera. Por otra parte, con cada relinchar o exhalación de aire de aquellas criaturas, una especie de humo oscuro también realizaba acto de presencia en aquellos lares. La vista del rey se dirigió a su sirviente, mostrando en sus finos labios aquella típica sonrisa de superioridad & sarcasmo que tendía a emitir cuando llevaba en su mente alguno de sus planes o ideas peligrosas, de ese tipo de ideas que uno tiende a evitar formar parte ─ Iremos a la subasta más importante del reino, Vladimir. Me encargaré personalmente de buscar el cuerpo de una chica que pueda satisfacer únicamente mis deseos para no necesitar tus miserables contactos sobre las perras de pueblo ─ inquirió con calma, como si el tema en cuestión fuera algo más que natural en esos instantes & lo cierto era que, cuando realmente lo necesitaba, era alguien muy extrovertido que no tenía ni el más mínimo tipo de pudor al hablar de los temas por más explícitos que fueren & por más ofensivos que pudieran encontrarlos aquellas personas con las que dialogaba. Entre tanto, no tardaron en dirigirse a uno de los pueblos más grandes de aquél lugar, tanto que podría considerase algo así como una ciudad de cierta manera. No tardaron más de veinte minutos en llegar a un enorme establecimiento con dimensiones increíbles, siendo esperado obviamente por un grupo de individuos armados que formaban una especie de camino el cual parecía ser el que aquél pelinegro debía de atravesar ─ ¿Cuándo, su m-...? ─ sin embargo la voz de aquél se silenció en el momento en que la puerta de aquél medio de transporte, escuchándose una indicación de que debían de seguir el camino formado por aquella guardia que, en realidad, no era más que personal de aquél mismo local por el hecho de mera protección hacia su persona. Nunca nadie sabía cuándo se podría recibir un ataque ¿No es así? & bajo aquella ideología fue que la empresa de subastas, a causa de recibir la presencia de su rey, decidió brindarle la mejor seguridad posible mientras estuviere en su establecimiento aunque ésto, a decir verdad, no era algo que realmente fuere necesario puesto sabían, tanto un lado como el otro, que Raziel no era de aquellos a los que pudieran tomar realmente por sorpresa.

─ Di aviso que vendría a una subasta pero que deseaba discreción... Algo que al parecer no supieron realizar de manera satisfactoria ─ indicó posando su mirada en dirección hacia los espectadores que parecían hacer acto de presencia al ser capaces de observar aquél tipo de extraña vigilancia que había realizado la casa de subasta, algo que en realidad no era muy común que hicieran. De la nada un individuo de vestimenta elegante hizo su presencia, presentándose a sí mismo como el encargado de turno en ese día de la subasta, pidiendo al rey así como al sirviente que le acompañaba, que le siguieran al interior de aquél edificio ─ Es raro que usted en persona se acerque a nuestros recintos, su majestad. ¿Puedo tomarme el atrevimiento de preguntar sobre qué es lo que busca ésta noche? ─ la voz del hombre de mayor edad resonaba por aquél largo pasillo mientras los varios pares de pasos seguían a los de quien había hablado, obviamente porque éste era quien guiaba al rey aunque, por mero 'orgullo', éste avanzaba a su lado, con su sirviente varios pasos detrás, sobre su derecha ─ He de admitir que estoy buscando algún tipo de mujer con poco uso & que llame mi atención físicamente. Un mero capricho sexual, a fin de cuentas ─ la sinceridad de sus palabras ciertamente llenó de sorpresa al individuo quien, sin poder evitarlo, soltó una pequeña risa la cual indicaba que aquello realmente no era lo que estaba esperando ─ ¿He dicho algo que haya causado gracia? ─ inquirió con ese tono frío el pelinegro, ciertamente algo molesto por la forma en la que había reaccionado su interlocutor, quien rápidamente se apresuró a negar moviendo su rostro de lado a lado en lo que realizaba una leve reverencia ─ Para nada, su majestad. Muchas personas vienen con esas mismas intenciones a nuestras subastas & consiguen la mejor calidad de productos, porque a fin de cuentas nosotros nos especializamos en lo mejor de lo mejor ─ aclaró, con total seguridad aquél ser mientras llevaba al individuo a una habitación apartada de las demás donde parecía simplemente visualizarse un par de sillas, una botella oscura de un líquido que podía olerse como vino, & donde la guardia mantendría vigilancia tanto interna como externamente ─ Por favor, su majestad. Si me hace el favor de mantenerse aquí en lo que terminamos de acomodar a los interesados en nuestra siguiente subasta, así usted mismo podrá disfrutar de los productos con total satisfacción puesto estoy seguro que encontrará lo que desea... ─ con una reverencia más que exagerada aquél hombre de canosos cabellos finalmente se retiró, cerrando con calma la puerta mientras la mirada de su vasallo parecía volverse en su dirección. Sin nada qué decir por el hecho de comprender un tanto mejor la situación, aquél finalmente se acercó a la botella de vino para servirle a su señor en una copa cristalina que allí mismo se encontraba.